Arco Iris
2005-03-10 14:08:36 UTC
Este cuento lo he sacado de un foro, el cual su fuente decía haberlo sacado
de otro foro, así que me ahorro el poner la fuente original porque no la sé.
Arco Iris.
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EL EQUILIBRIO
Una vez el Buda llegó a un pueblo. Era la madrudada, y el sol estaba apunto
de aparecer por el horizonte. Un hombre se la acercó y le dijo: - Soy ateo:
no creo en Dios. Tú ¿qué opinas? ¿Existe Dios? El Buda respondió: -Sólo Dios
es. No hay nada más que Dios en todas partes. -Pero ¡a mi me habian dicho
que tú eras ateo! -dijo el hombre. -Te debieron de informar mal -aseguró el
Buda-. Yo soy teista, Ahora lo has oido de mi propia boca. Soy el mayor
teista que ha habido nunca. Dios es, y no hay nada más que Dios. El hombre
se quedó bajo el árbol con una sensación de incomodidad. El Buda siguió su
camino. Al mediodía se la acercó otro hombre y le dijo: -Soy teista. Creo
absolutamente en Dios. Soy enemigo de los ateos. He venido a preguntarte qué
opinas de la existencia de Dios. El Buda respondió: -¿Dios? Ni lo hay, ni lo
puede haber nunca. No existe Dios en absoluto. El hombre no daba crédito a
sus oidos. -¿Qué estás diciendo? -exclamó- Oí decir que había llegado al
puebloun hombre religioso y vine a preguntarte si existe Dios. ¿Y me
respondes así? -¿Yo, hombre religioso? -replicó el Buda-. ¿Yo creyente?. Yo
soy el mayor ateo que ha habido nunca. El hombre se quedó completamente
confundido. Ananda, el discipulo de Buda , estaba terriblemente intrigado,
pues había oído ambas conversaciones. Se inquietó mucho; no entendía
aquello. Lo de la mañana estaba bien, pero por la tarde había surgido un
problema. -¿Qué le ha pasado al Buda?-se preguntaba Ananda-. Por la mañana
dijo que era el mayor de los teístas, pero por la tarde ha dicho que era el
mayor de los ateos. Se decidió a interrogar al Buda aquella noche, cuando
estuvieran a solas. Pero aquella noche a Ananda le esperaba otra sorpresa.
Cuando cayó la noche se acercó otra persona al Buda y le dijo que no sabía
si existia Dios o no. Aquel hombre debía de ser una agnóstico, una persona
que dice que no sabe si existe Dios o no; que nadie lo sabe y que nadie
podrá saberlo nunca. Le dijo, pues: -No se si hay un Dios o no. Tú ¿que
dices? ¿Qué crees? El Buda respondió: -Si tú no lo sabes, yo tampoco lo sé.
Y sería bueno que los dos guardásemos silencio. Cuando este hombre oyó la
respuesta del Buda, también se quedó confuso. Le dijo: -Había oído decir que
estabas iluminado; por eso creía que lo sabrías. -Has debido oir mal -dijo
el Buda-. Yo soy un hombre absolutamente ignorante. ¿Qué conocimiento puedo
tener? Cuando se hizo de noche y todos se hubieron marchado, tocó los pies
del Buda y le dijo: -¿Es qué quieres matarme? ¿Qué haces? -Casi me muero!
Nunca había estado tan alterado y tan inquieto como lo he estado hoy. ¿Qué
es eso que has estado diciendo todo el día? ¿Estás en tu sano juicio? Por la
mañana has dicho una cosa, por la tarde has dicho otra y por la noche has
dado una respuesta completamente distinta a la misma pregunta, El Buda
dijo: -Esas respuestas no eran para ti. Di aquellas respuestas a quienes
correspondían. ¿Por qué las escuchaste? ¿Te parece bien oir lo que digo a
los demás? -¡Esto es el colmo! -dijo Ananda-. ¿Cómo podía dejar de oirlas? ¡
Yo estaba presente, allí mismo, y no tenía tapados los oidos! Y ¿cómo podría
suceder que yo no quisiera oírte hablar? Me encanta oirte hablar, sin que mi
importe con quién hables. -Pero ¿por qué estás alterado? -dijo el Buda-. Mis
respuestas no eran para ti! -Puede que no lo fueran-dijo Ananda-, pero yo me
encuentro en un dilema. Te ruego que me respondas ahora mismo ¿Cual es la
verdad? ¿Por qué razón has dado tres respuestas diferentes? Buda le
explicó: -Tenía que llevarlos a los tres a un punto de equilibrio. El hombre
que vino por la mañana erea ateo. Siendo sólo ateo estaba incompleto, pues
la vida se compone de terminos opuestos. -Tenía que introducir equilibrio en
su vida. Se había vuelto muy pesado de un lado, y por eso yo tuve que poner
algunas piedras en ol otro platillo de la balanza. Además, también quise
desestabilizarlo, pues se había convencido de alguna manera de que no hay
Dios. Era preciso hacerlo titubear en su concencimiento, pues el que llega a
una certidumbre, muere. El viaje debe proseguir; la busqueda debe continuar.
El que vino por la tarde erea teísta. Yo tuve que decirle que yo ere ateo
porque él se había descentrado; también él había perdido el equilibrio. La
vida es un equilibrio. El que alcanza ese equilibrio alcanza la verdad.
de otro foro, así que me ahorro el poner la fuente original porque no la sé.
Arco Iris.
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EL EQUILIBRIO
Una vez el Buda llegó a un pueblo. Era la madrudada, y el sol estaba apunto
de aparecer por el horizonte. Un hombre se la acercó y le dijo: - Soy ateo:
no creo en Dios. Tú ¿qué opinas? ¿Existe Dios? El Buda respondió: -Sólo Dios
es. No hay nada más que Dios en todas partes. -Pero ¡a mi me habian dicho
que tú eras ateo! -dijo el hombre. -Te debieron de informar mal -aseguró el
Buda-. Yo soy teista, Ahora lo has oido de mi propia boca. Soy el mayor
teista que ha habido nunca. Dios es, y no hay nada más que Dios. El hombre
se quedó bajo el árbol con una sensación de incomodidad. El Buda siguió su
camino. Al mediodía se la acercó otro hombre y le dijo: -Soy teista. Creo
absolutamente en Dios. Soy enemigo de los ateos. He venido a preguntarte qué
opinas de la existencia de Dios. El Buda respondió: -¿Dios? Ni lo hay, ni lo
puede haber nunca. No existe Dios en absoluto. El hombre no daba crédito a
sus oidos. -¿Qué estás diciendo? -exclamó- Oí decir que había llegado al
puebloun hombre religioso y vine a preguntarte si existe Dios. ¿Y me
respondes así? -¿Yo, hombre religioso? -replicó el Buda-. ¿Yo creyente?. Yo
soy el mayor ateo que ha habido nunca. El hombre se quedó completamente
confundido. Ananda, el discipulo de Buda , estaba terriblemente intrigado,
pues había oído ambas conversaciones. Se inquietó mucho; no entendía
aquello. Lo de la mañana estaba bien, pero por la tarde había surgido un
problema. -¿Qué le ha pasado al Buda?-se preguntaba Ananda-. Por la mañana
dijo que era el mayor de los teístas, pero por la tarde ha dicho que era el
mayor de los ateos. Se decidió a interrogar al Buda aquella noche, cuando
estuvieran a solas. Pero aquella noche a Ananda le esperaba otra sorpresa.
Cuando cayó la noche se acercó otra persona al Buda y le dijo que no sabía
si existia Dios o no. Aquel hombre debía de ser una agnóstico, una persona
que dice que no sabe si existe Dios o no; que nadie lo sabe y que nadie
podrá saberlo nunca. Le dijo, pues: -No se si hay un Dios o no. Tú ¿que
dices? ¿Qué crees? El Buda respondió: -Si tú no lo sabes, yo tampoco lo sé.
Y sería bueno que los dos guardásemos silencio. Cuando este hombre oyó la
respuesta del Buda, también se quedó confuso. Le dijo: -Había oído decir que
estabas iluminado; por eso creía que lo sabrías. -Has debido oir mal -dijo
el Buda-. Yo soy un hombre absolutamente ignorante. ¿Qué conocimiento puedo
tener? Cuando se hizo de noche y todos se hubieron marchado, tocó los pies
del Buda y le dijo: -¿Es qué quieres matarme? ¿Qué haces? -Casi me muero!
Nunca había estado tan alterado y tan inquieto como lo he estado hoy. ¿Qué
es eso que has estado diciendo todo el día? ¿Estás en tu sano juicio? Por la
mañana has dicho una cosa, por la tarde has dicho otra y por la noche has
dado una respuesta completamente distinta a la misma pregunta, El Buda
dijo: -Esas respuestas no eran para ti. Di aquellas respuestas a quienes
correspondían. ¿Por qué las escuchaste? ¿Te parece bien oir lo que digo a
los demás? -¡Esto es el colmo! -dijo Ananda-. ¿Cómo podía dejar de oirlas? ¡
Yo estaba presente, allí mismo, y no tenía tapados los oidos! Y ¿cómo podría
suceder que yo no quisiera oírte hablar? Me encanta oirte hablar, sin que mi
importe con quién hables. -Pero ¿por qué estás alterado? -dijo el Buda-. Mis
respuestas no eran para ti! -Puede que no lo fueran-dijo Ananda-, pero yo me
encuentro en un dilema. Te ruego que me respondas ahora mismo ¿Cual es la
verdad? ¿Por qué razón has dado tres respuestas diferentes? Buda le
explicó: -Tenía que llevarlos a los tres a un punto de equilibrio. El hombre
que vino por la mañana erea ateo. Siendo sólo ateo estaba incompleto, pues
la vida se compone de terminos opuestos. -Tenía que introducir equilibrio en
su vida. Se había vuelto muy pesado de un lado, y por eso yo tuve que poner
algunas piedras en ol otro platillo de la balanza. Además, también quise
desestabilizarlo, pues se había convencido de alguna manera de que no hay
Dios. Era preciso hacerlo titubear en su concencimiento, pues el que llega a
una certidumbre, muere. El viaje debe proseguir; la busqueda debe continuar.
El que vino por la tarde erea teísta. Yo tuve que decirle que yo ere ateo
porque él se había descentrado; también él había perdido el equilibrio. La
vida es un equilibrio. El que alcanza ese equilibrio alcanza la verdad.